Blood Money, el episodio 55 de Breaking Bad, ha colmado sobradamente las expectativas de todos los seguidores de esta maravilla de la televisión. La segunda mitad de la quinta temporada ha regresado por todo lo alto; ha sido el episodio más visto de toda la serie con sus 5,9 millones de televidentes (de pago) en EE. UU.
¡Pero qué grande, Vince Gilligan! Estamos ante una obra maestra de la televisión que parte de un guión soberbio, narrado con una realización notable y edulcorada con un elenco de actores maravilloso. Y es una producción que se debe seguir con atención; porque su creador desborda a la serie de detalles, pistas y recursos narrativos que no se deben dejar de lado.
¡Alerta espoilers!
Otro flash-forward formidable
Y de nuevo, nos abren esta segunda mitad de la temporada final con Walter, que en su 52 cumpleaños, ha regresado al 308 Arroyo Negra Lane, su antiguo hogar, ahora convertido en una casa abandonada y desolada, un monumento a las glorias del pasado perdidas, igual que los restos de la escultura de Ozymandias en el desierto. Ha llegado con la misteriosa bolsa y la M-60 que adquirió en aquel 5.1 ‘Live Free or Die‘. Y ha vuelto sólo por la ricina.
El episodio, de nuevo, nos abre más interrogantes. Vemos al químico entrar en su abandonado antiguo hogar, ese santuario donde Walter White era siempre Walter White y donde ahora hay escrito en amarillo, en la pared de lo que fuera el salón familiar, HEISENBERG. Walter se queda contemplativo. ¿Quién escribirá esas palabras? De momento sólo Skyler, Jesse, Saul Goodman y Hank saben que Walter White y Heisenberg son la misma persona. Las palabras las escribe, claramente, alguien dolido, enfurecido. ¿Será Junior…?
Gilligan utiliza con frecuencia en Breaking Bad ese recurso narrativo llamado el rifle (o pistola, o escopeta…) de Chéjov, herramienta inventada por el escritor y dramaturgo ruso Antón Chéjov que dijo «si hay un rifle en el primer acto, en el segundo o tercero debería desaparecer. Si no va a ser disparado, no debería estar colgado ahí«. Consiste en introducir un elemento aparentemente intrascendente pero que más adelante mostrará tener una importancia decisiva. Ejemplos de armas de Chéjov en Breaking Bad han sido:
- La bala hueca del episodio 3.7 ‘One Minute’ que uno de los «primos Salamanca» se guarda en el bolsillo. Esa bala sería la bala salvadora que Hank utilizará al enfrentarse a los dos sangrientos Salamanca.
- El cúter que da título al episodio 4.1 ‘Box-cutter’ que Gale Boetticher utiliza para desempaquetar el material del laboratorio y que finalmente utilizará Gus Fring para degollar a su matón delante de Walter y Jesse.
- El cigarro de ricina del episodio 4.9 ‘Bug’ que Huell, el enorme guardaespaldas de Saul, le quitará en el frío plan de envenenamiento de Brock para alejar a Jesse de Gus Fring. El cigarro aparecerá después en la première de la quinta temporada.
- La alfombra de casa de Ted Beneke del episodio 4.11 ‘Crawl Space‘ aparece al principio cuando Ted se tropieza sin consecuencias. Finalmente, volverá a tropezarse y darse el golpe que le fracturará la columna mientras trataba de huir de los hombres de Saul.
- Lirios del Valle, el elemento introducido en 4.12 ‘End Times’ que aparecerá magistralmente al final del episodio final 4.13 ‘Face off’.
Hay más ejemplos. Pero lo interesante son las posibles armas de Chéjov que ya hemos visto y que puede que tengan una importancia capital:
- La ricina, que Walter busca. ¿Para quién será? ¿Para él mismo? ¿Para qué necesita ricina, cuando se ha hecho con una M-60, nada menos?
- La M-60. ¿O quizás sea un simple MacGuffin y no llegará a emplearse nunca?
- La tarántula del niño que asesinará Todd en 5.5 ‘Dead Freight’, y que, a espaldas de todos, se quedará el propio pistolero como bien pudimos ver posteriormente.
Breaking Bad es una serie donde V. Gilligan ha escondido premoniciones de manera sutil y poco evidente. El primer plano de Gus en el ascensor visto en 4.8 ‘Hermanos’ con el repiqueteo de una campana sonando de fondo, un sonido semejante al que oirá antes de morir cuando Héctor Salamanca hace estallar la bomba en su silla de ruedas en 4.13 ‘Face off’:
Gilligan también utiliza simbolismo en algunos elementos, como las naranjas. Cuando la vecina se encuentra con Walter en el flash-forward de ‘Blood Money’ y su rostro muestra sorpresa y ¿horror? se le cae la compra y vemos naranjas salir de la bolsa. Alguien puede morir.
Las naranjas también aparecieron en el episodio 4.11 ‘Crawl Space’ cuando Ted se tropieza y casi se mata. El golpe lo muestran con un plano cenital donde le caen naranjas de una fuente encima. Las naranjas tienen un simbolismo de ‘peligro’ y ‘muerte’, una claro homenaje a Francis Ford Coppola en El padrino (1972), cuando disparan a Don Corleone en la famosa escena de la frutería:
La cara de Carol es de claro terror. ¿Por qué? ¿Daba a Walter White por muerto, por desaparecido…? ¿Es el señor White un huido de la justicia? Nos quedan siete episodios para dar con las respuestas.
Los detalles y los colores son importantes en la narración de Breaking Bad. Como el propio Vince reconoce en una entrevista en el Comic-Con de San Diego:
I want to weigh in on every prop, every piece of wardrobe, every location, every bit of music we use, I want to do the color timing for each of these episodes where you sit with the colorist and make sure that the color of each individual scene is just the way you want it.
Quiero ponderar cada decorado, cada pieza de vestuario, cada localización, cada fragmento musical que usamos, quiero darle el ritmo de color a cada uno de estos episodios con el estilista y asegurarme de que el color de las diferentes escenas es justo como lo quiero.
Hay todo un lenguaje detrás de los colores en Breaking Bad, empezando por los que visten los personajes (aquí tenéis una curiosa entrada al respecto). El estado de ánimo y las circunstancias juegan un papel importante en el colorido de la serie. Por ejemplo, Skyler comenzó vistiendo azules, luego oscurece sus atuendos cuando descubre el secreto de Walter, pero siempre ha vestido diferente a su marido hasta el episodio Blood Money, donde se les ve a los dos vistiendo en la lavandería la misma combinación de colores claros (blanco y crema).
Hank descubre al diablo.
Hank sale del fatídico baño donde descubre a Heisenberg en el libro de Walter Whitman ‘Hojas de Hierba’. Justo cuando sale al jardín escucha a su mujer Marie llamar a su cuñado: «¡Tú eres el diablo!».
Hank ha sufrido mucho, desde su traslado a la frontera con México donde vio volar por los aires la cabeza de Tortuga (llevándose por delante a varios compañeros de la D.E.A.), hasta la sangrienta confrontación con «los primos» Salamanca (y su hacha). Todo ese largo sufrimiento, con profundas secuelas físicas y, sobre todo, emocionales, han sido culpa de Walter White. Y Hank Schrader lo ha descubierto todo de golpe. En el W.C. de la familia White. Skyler y Jesse tuvieron tiempo para aclimatarse a lo largo de las temporadas al advenimiento de Heisenberg; Hank, en cambio, lo ha percibido todo de golpe. Demasiada realidad.
Pero el shock dura poco. Un garaje, todas las cajas con los archivos y evidencias del ‘caso Heisenberg’ y una brillante escena donde Hank encadena todos los eslabones del sangriento reguero dejado por ‘el señor del sombrero negro’ a ritmo de Jim White y su Wordmule (la letra y la canción pegan completamente con la situación de Schrader…). Así recordamos el rocambolesco robo del ‘bidón de la abejita’ y terminamos con el boceto mexicano de Heisenberg.
El pobre Hank se debe sentir como un completo ingenuo: ¡siempre lo tuvo delante de sus narices!
Skyler, mientras, parece que lleva bien su vida con el lavadero de coches y el lavado de dinero, valga la redundancia. Y digo parece porque sus ojos, claramente, demuestran lo contrario. Aunque sorprende la reacción de la señora White cuando Lydia, la chanchullera de Madrigal, aparece en la lavandería pidiéndole a Walter explicaciones por la caída de la calidad del material. En esta escena Walter recuerda mucho a Gustavo Fring, cuando el químico fue a un restaurante de «Los Pollos Hermanos» a pedirle explicaciones y Gus le contesta, sin perder la compostura, disimulando como si atendiera a un cliente.
Lydia nos recuerda que W. W. ha extendido sus redes hasta Europa. Dejar de raíz el negocio no será fácil… si es que, de verdad, lo dejó como le dijo a Skyler. Ahora que Walter White se ha convertido en Scarface deberá caer desde lo más alto.
El Principio de Incertidumbre de Heisenberg
El pseudónimo que el químico Walter White utiliza para ocultar su faceta criminal es el del físico alemán Werner Heisenberg, bien conocido por sus famosas relaciones de incertidumbre que llevan su nombre y por ser uno de los padres de la Mecánica Cuántica. El Principio de Incertidumbre versa sobre la incapacidad, con independencia de la tecnología, de determinar con un 100% de exactitud a la vez, la posición y la velocidad de las partículas subatómicas (electrones, protones, quarks…). Y viene a colación, en este punto de la serie, porque la dualidad Walter White / Mr. Heisenberg parece haberse difuminado por completo.
Recordemos algo que dijo el profesor Walter White en su clase en el piloto de la serie:
Bien… técnicamente la Química estudia la materia. Pero yo prefiero verla como el estudio del cambio.
Hemos visto cómo un personaje por el que sentíamos toda la simpatía en aquel piloto iba a cambiar, se iba a transformar en un monstruo. O no. Porque en el fondo siempre fue el mismo, sólo que no lo veíamos. Igual que en Juego de Tronos no hay personajes completamente malvados o benévolos, aquí en Breaking Bad no tenemos blanco o negro, sino claroscuros.
Jesse Pinkman y Walter White (otra vez, colores) siempre formaron una pareja cómplice en la que el joven aprendiz de brujo, Jesse, fue siempre la conciencia. Y cuanto más se acomodaba Walter con el ‘todo vale’, cuanto más se embriagaba con el poder, el infeliz Jesse Pinkman se hundía más y más en el tortuoso camino que le había llevado a producir la destructora droga, cuyas consecuencias descubrió en el brillantemente oscuro episodio 2.13 titulado ‘Peekaboo‘. Jesse luego sufriría al ver cómo su amigo Combo moría a manos de un niño llamado Tomás (‘Mandala’, episodio 2.11) y ver cómo el propio Tomás era utilizado para vender droga (3.11 ‘Abiquiu’ y el magnífico 3.12 ‘Half Measures’). La cúspide del horror llegará con el niño de la tarántula que asesinó Todd, cuyo cuerpo ayudó a hacer desaparecer en ácido y cuyos padres siguen buscando.
Nada puede aplacar el dolor de Jesse, desconocedor de los crímenes de su mentor. Nada. Ni siquiera el dinero ensangrentado que reparte por fajos en los vecindarios pobres de Albuquerque, NM.
Dead Man Walking.
Dead Man Walking. Así describen en muchos blogs al Walter White de esta quinta temporada. El cáncer ha vuelto, de eso ya no hay duda, y las cosas se le empiezan a torcer al arrogante químico venido a rey de la droga sintética.
En el garaje de los Schrader, con el sonido del coche teledirigido de fondo (otro simbolismo, utilizado en otros momentos de la serie por Gilligan, relacionado con el control de Heisenberg), Hank y Walter muestran sus cartas. Hank le escupe todo su desprecio: «Púdrete, hijo de perra» es su respuesta ante la única verdad que Walter reconoce: el cáncer ha vuelto. Walter sigue negándolo todo:
Soy un moribundo que lleva un lavadero de coches. Mi mano derecha ante Dios, eso es todo lo que soy.
Sabemos la hipocresía del juramento de W. W. porque él es ateo, si recordamos su aseveración de «No hay alma, sólo química». O, simplemente, está jurando que ya no es un traficante, pero lo fue, tal y como Hank sabe. De ahí la amenaza final:
Si lo que dices es verdad, si no sabes quién soy… entonces tal vez tu mejor opción sería andarte con cuidado.
Todo el mundo parece dar por sentado que Walter White morirá; lo único que queda por saber es cómo y a quiénes arrastrará a la tumba. Quizás, precisamente por eso, porque todo el mundo lo da por hecho, algo me dice que Gilligan pueda guardarse en la manga un final con un W. W. vivo.
Menuda sorpresa sería ¿verdad?
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