Reseña de los dos primeros episodios de la segunda temporada de House of Cards.
El jueves pudimos disfrutar en la Sala Sony del preestreno de la segunda temporada de House of Cards gracias a Canal+ Series, en un pase de los dos primeros episodios, amenizados con catering y charlas seriéfilas. Y pudimos comprobar, bebidas en mano e ibérico en el estómago, que esta T2 de House of Cards empieza vigorosamente. Y de qué forma…
Ya se puede disfrutar de los trece episodios de la segunda temporada de House of Cards porque Netflix emite, de golpe, todos los episodios de cada temporada. En España el atracón está ya disponible en Canal+ Yomvi, en V.O.S. Un maratón de 13 horas se divisa por el horizonte…
Un breve repaso a la primera temporada.
House of Cards es el remake de la excelente serie británica Castillo de naipes (1990) y fue una de las novedades seriéfilas más aclamadas de 2013. No está en mi top 11 de 2013, pero se quedó cerca. Es una serie densa, con mucha información que procesar en poco tiempo debido a sus vertiginosos diálogos con mucho contenido implícito entre frases. No es una serie para todos los públicos, aunque debería serlo. Porque describe la cruda realidad de nuestra sociedad occidental.
Kevin Spacey y Robin Wright protagonizan magníficamente una trama donde nos escupen los trapos sucios, no ya sólo de la política y de los intereses económico-financieros que arrastran, sino también de lo peor de la especie humana, en todos los aspectos. Políticos, empresarios y periodistas salen todos igual de mal parados.
En House of Cards destapan las alcantarillas de la clase política, de los empresarios y de los periodistas. Una serie que nos retrata hasta dónde son capaces de llegar algunos para colmar sus ambiciones, sin limitarse a Francis Underwood, el villano protagonista. Con un magnífico Kevin Spacey, que rompe la cuarta pared para hacernos cómplices de sus siniestras, maquiavélicas tramas. Los espectadores somos partícipes de los juegos brillantemente orquestados por el congresista, malabarismos que no se comprenden en su totalidad, para dejarnos mudos, hasta el último episodio de la primera temporada.
En House of Cards se destapan las alcantarillas de la clase política, de los empresarios y de los periodistas.
Spacey y Wright vienen acompañados por un elenco de actores de reparto brillante, todos ellos, entre los cuales destacaría el trabajo de Michael Kelly como Doug Stamper, la mano derecha, en la sombra, de Frank. Con Beaw Willimon como guionista y productor ejecutivo, dirigida, entre otros, por David Fincher (Seven – 1995, La Red Social – 2010) o James Foley (Glengarry Glen Ross – 1992), la serie ya ha sido renovada para una tercera temporada, antes incluso de la emisión de la segunda.
La cadena Netflix ha revolucionado el panorama seriéfilo al emitir cada temporadas de golpe. La fórmula les está funcionando, aunque quizás no serviría para cadenas como HBO, que aprovechan la dosificación episódica para sacar partido del merchandising y el hype que sus producciones despiertan. El debate seriéfilo está servido: ¿es buena idea emitir las series de golpe, sin dosificar en el tiempo?
Una segunda temporada que arranca con muy mala leche.
Warning!
¡Alerta espóliers!
Warning!
¡Alerta espóliers!De piedra nos quedamos los presentes en el preestreno de la T2 de House of Cards. Lo que está claro es que esta temporada muestra un cariz diferente, no sólo por las circunstancias del nuevo ámbito en el que se mueven los protagonistas al ser nombrado Underwood vicepresidente de los Estados Unidos de América. Ya sabíamos que no estamos ante un antihéroe, sino con un villano. Como el propio Frank Underwood dice en el final del episodio inicial de la segunda temporada:
Los que tratamos de estar en lo más alto de la cadena trófica no debemos mostrar compasión. Sólo hay una norma: cazar o permitir que te cacen.
De lo que pudimos ver en los dos primeros episodios, han cambiado las formas, pero no el fondo. Las circunstancias son nuevas, las reglas han evolucionado, pero estamos en el mismo juego. En la primera temporada nos tomó algo de tiempo acostumbrarnos a las maneras y al doble juego de Frank Underwood, desconocedores de los límites a los que estaría dispuesto a llegar, porque no fue hasta la escena en el garaje del congresista Peter Russo donde pudimos ver el panorama al completo. Ahora, en el arranque de la segunda temporada, los guionistas se dejan de formalidades, y son mucho más frívolos.
La escena en la que, sin miramientos, Frank arroja a la desprevenida (e ingenua) Zoe Barnes delante del tren en el metro, en la estación Cathedral Heights Metro (que no existe, en la realidad, en Washington D.C.) nos dejó en la sala, a todos, boquiabiertos. ¡Pero qué grandísimo…!
La propia ambición de Zoe Barnes (tanto, o mayor, que la del mismísimo Underwood) pero, sobre todo, su soberbia e ingenuidad, han sido su tumba. ¿Por qué acceder a seguir cooperando con el futuro vicepresidente del país, si no por propio interés? Estaba claro que era consciente de la implicación de Frank en la muerte de Russo, pero aún así quería seguir beneficiándose de tener a tiro al vicepresidente. Pensaba que podría controlar la situación. Ingenua.
Pero lo más significativo del primer episodio no ha sido la muerte de Zoe. Lo realmente destacado y contundente, es que hemos descubierto que Claire Underwood es partícipe, y cómplice, de todos los crímenes de su marido.
Antes de la escena del asesinato tenemos una secuencia donde Frank y su mujer tienen una inquietante conversación en su dormitorio:
Claire – «No has dicho una palabra.»
Frank – «No.»
Claire – «¿Dónde nos deja eso?»
Frank – «Estoy completamente preparado, y lo he estado desde hace tiempo»
Claire – «Sé que vas a hacer lo que consideres mejor.»
No nos dan suficiente información para poder discernir el trasfondo de la conversación. Pero tenemos un par de pistas con Claire, antes y después del asesinato en la ficticia estación de metro, que despejan dudas. Justo antes de la conversación con su marido en el dormitorio vemos a la señora Underwood lavándose la cara tras quitarse el maquillaje, con las noticias de la CNN escuchándose de fondo. Tras el asesinato tenemos a Claire observando en la televisión las noticias de la CNN sobre la muerte de la periodista Barnes, nuevas que escucha sin sorpresa ni emoción, para después sentarse ante un espejo y comenzar a maquillarse. El realizador nos está diciendo que Claire Underwood es conocedora del crimen.
En este primer episodio hemos descubierto a una señora Underwood calculadora, fría, implacable. Su visita a la doctora en obstetricia sólo tiene como objetivo recabar información sobre el caro fármaco que la embarazada Gillian Cole, su antigua empleada que la ha demandado, necesita para llevar a buen término su parto. Claire es una arpía:
Estoy dispuesta a permitir que tu niño se marchite y muera dentro de ti si es necesario.
Pero también hemos descubierto que la mujer de Frank es vulnerable. Claire confiesa a su marido, en una ceremonia presidida por el ya nombrado vicepresidente, que el general de los marines Dalton McGinnis al que él mismo va a condecorar, la violó cuando eran estudiantes en Harvard. Un duro golpe para el despiadado Francis Underwood, que seguro que no dejará pasar…
En esta segunda temporada nos presentan desde el principio a un nuevo peón en el tablero de ajedrez. Jacqueline Sharp (Molly Parker), quien también aparece como una mujer de armas tomar; no duda en defenestrar a su mentor en la política con tal de ocupar la vacante de Underwood como líder del partido. Frank tiene tino a la hora de elegir a sus allegados.
No voy a terminar la reseña sin mencionar dos momentos. El primero, la escena final del primer episodio, mostrándonos en primer plano los gemelos que le regala a Frank su guardaespaldas, con sus iniciales inscritas: «F» «U» (que se puede leer del inglés Fuck You: jódete / jodeos)
La siguiente escena ocurre en el segundo episodio, cuando está jurando como vicepresidente y, mirando a cámara, Underwood nos confiesa:
A un sólo paso de la presidencia y ni un solo voto emitido a mi favor. La democracia está tan sobrevalorada…
Da gusto disfrutar de series como House of Cards: con complejidad argumental, con buenos intérpretes y con oficio en la realización. Si la primera temporada se os hizo espesa, y la abandonasteis, os recomiendo que seáis pacientes y le deis una oportunidad.
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