La historia de los creadores de sombras
Manhattan es la segunda incursión de la cadena WGN America en la producción de ficción televisiva tras el triste y flojo estreno de Salem, la serie sobre las brujas en el siglo XVII. Esta vez la cadena se ha resarcido con una producción muy interesante y recomendable, no tanto desde el punto de vista histórico, pero más desde el puramente dramático. Porque, todo hay que decirlo, la narración camina sobre una línea narrativa histórica inundada con personajes ficticios.

Manhattan – La nueva serie de WGN America.
Muchos de los personajes que protagonizan los trece episodios de Manhattan son ficticios, aunque algunos estén basados en personajes reales. Esto es algo que no se entiende, porque el público puede perder la perspectiva sobre uno de los episodios más oscuros de la historia de la ciencia.
Un pueblo inexistente en el desierto de Nuevo Mexico
Todos sabemos cómo acabará la historia de Manhattan. Como ya he dicho antes, el trasfondo es histórico, pero los personajes no lo son, aunque algunos estén inspirados en personas reales. Frank Winter nunca existió, pero parece estar basado en Seth Seddermeyer. Tampoco existieron ni Charlie Isaacs, ni su mujer, ni el coronel Alden Cox, el jefe militar del complejo en Los Álamos. J. Robert Oppenheimer, en cambio, como todos sabemos, es un personaje histórico que encabezó la dirección científica del proyecto.

Manhattan – Frank Winter y Charlie Isaacs.
Todos sabemos cómo acabará la historia de Manhattan
Detrás de esta producción histórica está Sam Shaw, que ha trabajado como guionista en Masters of Sex. También aparecen, en el lado interpretativo, algunas caras conocidas de otras producciones televisivas. La ambientación histórica de la serie está trabajada y el elenco de intérpretes es, por lo general, acertado.
Manhattan me trae a la memoria la película de 1989, Creadores de sombras, con Paul Newman y John Cusack, donde muestran cómo fueron manipulados los físicos e ingenieros del proyecto para evitar las lógicas objeciones de continuar con la creación del ‘artefacto’ cuando ya parecía clara la derrota de los ejércitos del Eje.
La serie nos acerca a las peculiares condiciones en las que vivian los científicos, sus familias y el resto del personal en el aislado complejo militar, que en cierto modo recuerda a un campo de concentración, bajo estrictas medidas de seguridad. Así vemos cómo la inteligencia militar de los EE. UU. no se priva a la hora de hacer todo lo necesario por una «causa mayor», donde el sacrifico de pocos queda justificado para salvar a muchos. Siempre buscando justificar lo injustificable…

«Lo que pasa en Manhattan se queda en Manhattan».
En la primera mitad de la serie hemos visto que el drama gira alrededor de los físicos Frank Winter, Charlie Isaacs y sus familias. Winter, el responsable del proyecto paralelo al oficial, Thin Man, investiga junto a su equipo la implosión del plutonio para propiciar la reacción en cadena que producirá la destructora deflagración. Frank es un personaje antipático, obcecado y reservado, pero sus circunstancias pueden quedar justificadas para algunos espectadores debido a traumas vividos en la Primera Guerra Mundial y el miedo a que el proyecto de los nazis, dirigido por el gran Werner Heisenberg, se convierta en la bomba. Pero, para que una serie sea interesante, no nos tienen por qué gustar los personajes. Que se lo digan a Joffrey Baratheon, Cersei Lannister…
Por otro lado tenemos a Charlie Isaacs, un brillante y joven investigador que trabaja en Thin Man, el equipo rival de Winter. Isaacs choca con el difícil carácter de Winter y, a diferencia de Frank, muestra reticencias iniciales con el proyecto.
Las mujeres de los científicos son la otra cara de la moneda. Han seguido a sus maridos hasta el mismo infierno de Nuevo Mexico, para vivir estando en la inopia que el secreto del proyecto exige. Olivia Williams borda el papel de Liza Winter, al mostrar el sufrimiento de la inteligente mujer de Frank.
Parece claro que la intención de Sam Shaw y el equipo de guionistas es la introducción de los suficientes elementos de ficción para aportar la pizca de incertidumbre que los hechos históricos quitarían. Aquí se equivocan y tenemos múltiples ejemplos de series históricas que han funcionado. Pero no por ello voy a dejar de seguir disfrutando de Manhattan, de la aproximación científica y de los pocos personajes históricos que nos muestran.
Me encantaría que en la serie apareciera el gran físico teórico Richard P. Feynman, que participó en el proyecto siendo muy joven y se entretuvo de lo lindo poniendo en evidencia la seguridad militar del complejo de Los Álamos, abriendo cajas fuertes mientras aprendía a tocar el bongó. Aquí os dejo unas declaraciones sobre su experiencia en el Proyecto Manhattan y cómo el miedo a la bomba de los alemanes alentó la participación.
Sólo quedan tres episodios para que finalice la temporada, esperemos que no decaiga la que, de momento, es una serie interesante.
Comentarios recientes