Crítica de ‘Nebraska’. Los claroscuros de la melancolía.
Alexander Payne nos sumerge en un viaje hacia Nebraska, donde la melancolía se carga edulcorada de demencia senil, con los desolados paisajes humanos del medio oeste americano, fundidos en blanco y negro. Una película donde es imposible no recordar The Straight Story (Una historia verdadera, 1999), la peculiar road movie de David Lynch.

Nebraska – Cartel.
Se reinventa a un gran Bruce Dern, encasillado durante años en papeles de sociópata, pero que para mí siempre estará grabado en la memoria por la poco reivindicada, pero inolvidable, película de ciencia ficción Silent Running (Naves misteriosas, 1972), producción que me marcó en mi niñez. Con guión de un casi desconocido Bob Nelson y con nuestro querido Bob Odenkirk, de sobra conocido por su gran papel como el abogado-resuelve-todo de Breaking Bad.
Caminante, no hay camino hacia Nebraska. Se hace camino al conducir.
Durante cinco años estuve viviendo a caballo entre España y la fría Minnesota, en EE. UU. A pesar de tener casa en la dinámica Minneapolis primero y la agradable St Paul después, pude vivir en mi propia piel el taciturno carácter de los descendientes escandinavos que residen en la Minnesota profunda. Poblaciones como la fría, gris y solitaria St Cloud (citada recurrentemente en la serie Cómo conocí a vuestra madre), donde la gente no tiene conciencia del bullicioso mundo que existe debajo del paralelo 45. Esta película me ha devuelto durante 115 minutos aquellas sensaciones con sabor a ceniza.
Bruce Dern ha trabajado con grandes realizadores: Alfred Hitchcock, Roger Corman, Elia Kazan, Bob Rafelson… En esta ocasión Dern se mete en la piel de Woody Grant, un anciano alcohólico y senil que vive en Billings, Montana, y que está convencido de que ha ganado un millón de dólares, premio que debe ir a recoger en persona en Licoln, Nebraska. La personalidad de Dern inunda la pantalla, en todo momento, a pesar de la fragilidad del personaje.

Nebraska – Sin mirar atrás. Bruce Dern y Will Forte.
Woody emprende un camino hacia adelante, firme, sin mirar atrás, sin cejar, aun sin poder conducir y con $20 en la cartera. Pretende hacer andando las 830 millas (1340 km) que separan Billings de su premio. Ante la persistencia del anciano, y ante el hastío de su mujer Kate (genial el trabajo de June Squibb) y de su hijo mayor Ross (Bob Odenkirk), el hijo menor David (Will Forte) decide llevar a su padre a Nebraska para abrirle los ojos. Pero, sobre todo, David quiere brindarle a su padre la ilusión de obtener algo en su vida, aunque sea por sólo un par de días.
Son emotivas las escenas con Dern, con mirada perdida y la boca medio abierta, ante su hijo pequeño, interpretado acertadamente por Will Forte. Y June Squibb enseña lo que muchas actrices deberían saber hacer: mostrar expresividad, dentro del fuerte carácter del personaje de la señora Grant.
El guión también tiene humor, y nos abre a la simpleza de personajes rurales del medio oeste gringo, como el comentario sobre «lo inacabado» del Monte Rushmore :-D, los accidentes propios de la edad que acarrean buscar la dentadura postiza entre las vías de tren y una mujer, todopoderosa y controladora, a la que Woody ignora totalmente. La película apunta a cómo en los pueblos rurales del Midwest abocan a sus habitantes a acabar en los vertederos que son las barras del bar.
Padre e hijo hacen un viaje interior, pero Woody, a diferencia de sus hijos y mujer, no mira a un pasado que queda inexistente, triste, lejano. Como el poema de Machado, Cantares:
XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
Un viaje introspectivo con el Midwest como fondo, donde padre e hijo se reencontrarán con el pasado del viejo veterano de la guerra de Corea al pasar por Hawthorne, el pequeño y rural pueblo donde se crió Woody. El premio perseguido no es económico, sino emocional, en el ocaso de un septuagenario que nunca ha dicho que no a nadie a lo largo de su vida. La genial fotografía de Phedon Papamichael no se percibe sólo en los paisajes, también reluce en unos expresivos planos generales mostrados desde la perspectiva de la televisión donde la sombría familia del hermano mayor de Woody se agolpa mudamente a ver los tediosos partidos.
Nebraska es una película triste. Y necesaria. Es un camino que a todos nos toca recorrer, y no hablo sólo de la vejez y la muerte. La ilusión, por alejada e imposible que parezca, es un combustible imprescindible que nos hace echar adelante.
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