Hierro 3. Los sentimientos no necesitan palabras.

¡Alerta spoilers!

Ahora toca hablar de una película que llevaba tiempo marcada en mi agenda de «clásicos que no hay que perderse». Pero la película que vi anoche no era un clásico de alguno de los maestros occidentales como John Ford, Orson Welles, Federico Fellini, François Trufaut etc, etc. Anoche disfruté de Hierro 3, película de la lejana Corea producida en 2004, escrita y dirigida por el que (ya podemos considerar) maestro Kim Ki-Duk.

Hierro 3; los sentimientos sin necesidad de palabras.

Hierro 3; los sentimientos sin necesidad de palabras.

Hace tiempo (¡casi un año!) desde que inauguré éste blog cinematográfico y televisivo hablando, precisamente, de mi profunda admiración por el «nuevo» cine que viene de Asia. Empezando por el cine chino y el gran Won Kar-Wai, ahora seguimos por ese nido interminable de maestros sur coreanos. Y es que Corea nos ha deslumbrado en el último decenio con una serie de directores de los que voy a hablar y espero seguir hablando, porque no quiero que cejen en su exorbitante creatividad, originalidad y maestría a la hora de explorar el lenguaje cinematográfico. No sólo hablo de Kim Ki-Duk con su variada (y muy polémica) filmografía. Podría hablar también de Joon-ho Bong y su inclasificable Crónica de un asesino en serieChan-wook Park con sus apabullantes Old boy y Sympathy for Mr. Vengeance. Y sólo cito a éstos para no irme por los cerros de Taebaek

Kim Ki-Duk lleva el lastre de la polémica. Tras el rodaje de La isla donde aparece de forma explícita brutalidad con los animales, se le tachó, entre otras cosas, de sádico y cruel que hace apología de la violencia sin sentido. Sorprende que un director que muestra tanta sensibilidad en Hierro 3 desprenda tan negativo halo aunque, todo hay que decirlo, incluso en esta cinta aparece cierta dosis de violencia sádica.

Para los amantes del golf (dentro de los que NO me incluyo) el palo hierro 3 es el menos utilizado; se utiliza en muy pocas situaciones. Podría considerarse como el palo menos útil. El hierro 3 «es el palo más largo del set. Es un palo que conviene practicar para controlarlo. Muchos jugadores lo sacan de la bolsa pensando que van a fallar el golpe y, claro, lo fallan». Esta descripción se ajusta mucho al verbo de la cinta de Kim Ki-Duk.

Para los profanos al cine de la lejana Asia esta película (quizás) es de difícil digestión, en cuyo caso les remitiría a seguir viendo cine en multisalas donde proyecten las secuelas de «Harry Potter», «A todo gas», y perlas parecidas dobladas al castellano. Y Para los profanos al cine coreano ver películas como Hierro 3 o su inmediatamente anterior cinta por título Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera no deja impasible. Para empezar clama la limitación escandalosa de diálogos. El protagonista de Hierro 3, Hyun-kyoon Lee,  no pronuncia una sola palabra en todo el film, aunque su elocuencia silenciosa desborda con sus miradas, gestos, sonrisas, y acciones; toda una lección de lenguaje cinematográfico que nos borda el director y guionista Kim Ki-Duk. Lo mismo se puede decir de Seung-yeon Lee, su (casi) muda amante que sólo pronuncia dos palabras… pero menudas dos palabras.

La metáfora poética de Kim Ki-Duk es excepcional. Tae-suk, el protagonista, totalmente vacío de emociones pero que clama por tenerlas, se dedica a ocupar casas temporalmente deshabitadas por sus dueños, que están de viaje, usando una estratagema sencilla pero inteligente. Las ocupa una o dos noches, se intenta integrar en el estilo de vida de sus dueños vistiendo su ropa y analizando tanto la decoración como el mobiliario y las fotos que adornan las viviendas. A cambio y en compensación realiza pequeñas reparaciones de aquel aparato o utensilio que no funcione, ordena la casa y realiza la colada. Algo tan absurdo e incómodo que es imposible imaginar a alguien en tan incómodas situaciones. Quiere llenar su vacío emocional ocupando casas ajenas. Y de la misma manera que con el palo de golf  «muchos jugadores lo sacan de la bolsa pensando que van a fallar el golpe y, claro, lo fallan» así le sucede a nuestro protagonista. Es sorprendido por Sun-hwa, mujer víctima de violencia doméstica que, al sorprenderse de la actuación de Tae-suk (sin que él lo sepa) le observará y espiará a escondidas.

Así nos hilvanan cómo de una situación absurda surge el amor, de cómo dos extraños en sus respectivas soledades se complementan y se llenan. Tae-suk ya no necesitará ocupar viviendas porque su corazón está lleno, desbordado con los sentimientos que alberga hacia Sun-hwa. Y todo pasa ante nosotros sin palabras, con la fuerza de las imágenes y los gestos, de una manera poética y dura; crueldad y dulzura mezclados con el cóctel  habitual de mezcla de géneros de los maestros coreanos.

Esta película es de imprescindible visionado, y hay que disfrutarla con la mentalidad abierta de un foráneo, como explorando un país con una cultura que en nada se parece a la nuestra. Porque esa es la sensación que primariamente me produce el nuevo cine coreano: estar en una tierra incógnita donde las reglas de «aquí» no son válidas.

No os la perdáis. Aunque sea sólo para disfrutar de la belleza extraña de la impagable y hermosa secuencia final.

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