La gran serie de Showtime Californication ya lleva cuatro temporadas. Comenzó frenéticamente, con una soberbia primera temporada que concluyó de una manera inesperada, dejando un tufillo a maniobra del star system. Podría haber terminado ahí. Pero siguió, con una segunda temporada que en nada se parecía a la predecesora. Por mi parte la decepción no llegó a ser mayúscula por el cariño que uno le coge a Hank Moody, el personaje protagonista interpretado por el ex-X-files David Duchovny, todo a pesar de que ambas temporadas son como el día a la noche, como la honradez a un político, la razón a la religión, el amor al dinero. Porque en la magistral primera temporada de Californication se exploran las miserias humanas a pesar de las apariencias, por encima de los tópicos.
Porque ¿qué hombre heterosexual no querría ser Hank Moody un sábado noche?¿quién no se reencarnaría en sus huellas dactilares para tocar lo que toca?¿quién no besaría lo que besa?¿o miraría los ojos en los que él se sumerge? Hank es el paradigma de éxito sexual, lo que en algunos círculos se denomina un natural, nacido para atraer al sexo femenino haga lo que haga, se ponga lo que se ponga. Un estereotipo. Y a pesar de todo, es el hombre más infeliz de la tierra, incapaz de tener a su lado a la mujer a la que ama junto a su adorada hija; incapaz de escribir nada coherente tras el éxito de su primer one hit wonder en forma de novela cuyo título, God Hates Us All, le pega como un guante; metido en broncas y embrollos por esa manía suya tan admirable de decir lo que piensa sin tapujos en esta sociedad nuestra de la telebasura, los reality show, las falsedades y las apariencias. Pero todo este mundo se perdió en las temporadas segunda y tercera…con la excepción del «porno» y la sucesión de situaciones venéreas con mujeres solteras, casadas, stripers, estudiantes, profesoras…
Pero en la cuarta hemos vuelto al auténtico espíritu de Californication. Porque Hank finalmente tocó fondo en el último e inesperado Season Finale de la tercera temporada. En esta cuarta temporada nos volvemos a sumergir en el bourbon y la melancolía, en el sexo y la apatía, en el tabaco, las drogas y las frustraciones. Las consecuencias de lo que se describió en el piloto de la serie nos llegan ahora con un martillazo, como una bomba que le revienta en la cara a Hank. Y encima, parece que no es el único que se desmorona… Ha vuelto el espíritu de Californication, en los ambientes de mi añorada Santa Monica, con la buenas canciones de cierre de capítulo. Y, por supuesto, siguen apareciendo las hermosuras californianas. Muy destacable es la aparición del personaje interpretado por Carla Gugino, una abogada en unos esplendorosos 39 años de la que cualquiera con buen gusto se sentiría irremediablemente atraído. Abby Rhodes, esta letrada que se nos presenta en esta nueva temporada se perfila como una candidata a robarle el corazón a nuestro Hank.
Y digo esto porque Abby sabe jugar sus cartas, mucho mejor que Hank. Cerebro, sex-appeal y distancias medidas: una combinación explosiva para cualquier hombre con dos dedos de frente. Es demoledor el momento en el que Abby, en una cena con hank luciendo un vestido negro de generoso escote, le confiesa «We’re a lot alike, you and me» (somos muy parecidos, tu y yo). Inquietante… una Hank Moody en femenino, pero que ha canalizado sus demonios de manera constructiva, a diferencia de nuestro atormentado escritor en eterna búsqueda de la felicidad sencilla… búsqueda engalanada entre sábanas y pieles de seda, entre alcohol y drogas, entre risas y sonrisas, entre soledad y melancolía.
Ha vuelto Californication. Aromatizada en bourbon.
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