El pasado domingo 9 de Enero, coincidiendo con mi último día de «vacaciones» antes de mi estreno como profesor de Física, Química e Informática en un nuevo instituto de secundaria, decidí darme una doble licencia: cine y compañía con la última película de la realizadora Icíar Bollaín de poético título También la lluvia.
La película, a diferencia del reciente ladrillo Biutiful protagonizado por Javier Bardem, me dejó un agradable sabor de boca. Eso a pesar de la pésima interpretación de la mayoría de los secundarios «indígenas». Los/as intérpretes locales dejan mucho que desear; canta a la legua que nunca antes han interpretado papel alguno, ni siquiera en el colegio (si es que han tenido la suerte de pasar por la educación primaria). Ignoro si la directora vasca tenía esta intención, y bien difícil es pedir peras al olmo con actrices y actores primerizos…
A pesar de las grietas de estos secundarios noveles la película le deja a uno un buen gusto en el cuerpo, teniendo en cuenta la ya demasiado alargada sequía creativa en la que estamos inmersos tanto en el celuloide nacional como internacional. Icíar lleva con brío esta introspectiva del proceso de partear una obra de cine contra los elementos internos -los productores «gringos» que quieren hacer una película sobre Colón aprovechando la mano de obra barata en Bolivia- y los elementos externos -los bolivianos que se sublevan contra la privatización del agua a manos, qué casualidad, también gringas. Así que tenemos un juego múltiple, no como la pretenciosa e infantiloide Inception; una diversidad de niveles que de verdad se solapan con solidez. Aquí tenemos cine dentro del cine, conflicto dentro del conflicto. La directora se hace creer, rueda con el corazón detrás de las cámaras al igual que se dejó rodar delante de las cámaras con el corazón en aquel papel de la miliciana Maite en la emotiva Land and Freedom del combativo británico Ken Loach.
Cuando un director cree en lo que hace, ello se deja sentir al ver su obra en el asiento de la sala de cine. En También la lluvia vemos cómo una producción de cine que versa sobre la explotación primigenia de las Américas por el propio Colón, rodaje que irónicamente utiliza la mano de obra barata «nativa» en la Bolivia pre-Evo Morales y que se ve inmersa en las revueltas de la Guerra del Agua de Cochabamba de Abril de 2000. Es durante el rodaje donde el actor Daniel que interpreta al cacique nativo Hatuey se vuelve combativo activista de las revueltas del agua, actor interpretado por, valga la redundancia, el actor Juan Carlos Aduviri, cuyo rostro impresiona. Ya dije que es cine dentro del cine… Y como siempre tenemos muy correctos a los actores profesionales Luis Tosar, interpretando al productor ejecutivo con problemas de conciencia y al mexicano Gael García Bernal que interpreta al director de la película sobre Colón, supuestamente con problemas de conciencia. Y ahora quiero que los fanáticos del petardo antes citado de Inception (en España se tituló cútremente como Origen) que me vengan a defender la profundidad de la mierda pretenciosa de Christopher Nolan y que se atrevan a compararla con la sentida película de Icíar Bollaín.
En resumidas cuentas tuve un domingo agradable con cine, tapas y jazz en Malaspina, para terminar en mi casa con buena compañía femenina Gracias otra vez, Icíar. Y dale caña al pedante y cargante de Álex de la Iglesia en la edición 2011 de los Premios Goya.
Comentarios recientes